Puede parecerlo pero no, no eres tú ni tu conciencia. Es otra la voz, la que tienes cerca, la que te inquieta. Simulados susurros que terminan en gritos desaforados. Alaridos que te alejan. De ti y de ella. Por tanto, no, no eres tú.
Narcisa, en lugar de causar su propia perdición, genera la del prójimo. Es dañina. Y en lugar de complementar, busca minimizar. Y así es como se engrandece. Por dentro y por fuera.
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