La mejor vestida. Y no, no era cualquier pera. Difícil no verla porque quería hacerse notar. Posaba en su caja… mullida, esbelta, estirada… y mirando a lo alto. En su saber estar en el mundo, lucía satisfecha una cera roja sobre su cabeza.
Y de este modo, orgullosa de sí misma, se jactaba delante de las demás frutas del lugar por tener en su haber el poder de llamar la atención sin esfuerzo alguno. Solo por existir.
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