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BIFRÖST

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El aliento del cielo emana, dirección a la tierra, una bruma agria, una niebla fosca. Y mientras tanto, el asfalto quema. Por eso, faquires del asfalto y siempre descalzos, caminamos heridos y consumidos, bajo el azul ceniciento y el rojo encendido.

Atrapados entre un pensamiento velado que viene de arriba boca abajo y una verdad telúrica que viene de abajo boca arriba, así son las brasas de esta vida. Brasas que crepitan y brasas que encienden las llamas. Llamas candentes que se advierten y se comprenden, se escuchan y se respiran. Fogonazos de luz que, lejos de iluminar, auguran profunda ceguera.

Insatisfacción, indolencia, pereza y desidia son maldades que, en el fondo, vician. Pues como buenos faquires que somos y que sabemos ser, abrazamos la penitencia muy muy bien.

Una respuesta a “BIFRÖST

  1. «Porque el hombre es trascendencia, jamás podrá imaginar un paraíso. El paraíso es el reposo, la trascendencia negada, un estado de cosas ya dado, sin posible superación». Simone de Beauvoir

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